Si tocase encontrar en Colombia un lugar dentro de su geografía que aglutine la mayor cantidad posible de regalos dados por la naturaleza, ese lugar es el departamento del Magdalena, en el norte del país. Iniciando por la capital del citado departamento, Santa Marta, su pueblo vecino, Taganga y la joya que se roba todas las miradas, tanto de los turistas con sus mochilas como de empresarios e industriales obsesionados con trasladar sus redes mercantiles a ese lugar paradisíaco. Estos tres lugares consituirán lo que llamaremos el triángulo de oro del departamento del Magdalena. Si bien no son los únicos destinos turísticos y privilegiados por sus condiciones naturales, sí son los más accesibles para turistas nacionales o foráneos.
Ahora bien, me permito relatar lo positivo que se puede sacar de un viaje a Santa Marta, de igual manera referiré algunos puntos negativos a tener en cuenta para ser lo más imparcial posible.
Una ciudad como Santa Marta, la más antigua de Colombia y con una población cercana al medio millón de habitantes tiene mucho de que enorgullecerse. Su centro hstórico es pequeño, pero condensa en poco espacio un aura histórico que trasciende la invasión de lo moderno. Su bahía, conserva una gran belleza a contra corriente de las políticas de turno. Podría asumirse esta última acotación como algo negativo y tal vez lleve algo de ese tinte poco agraciado pero la realidad es que pudiendo ser una de las gemas naturales más destacadas del continente, esta bahía golpeada por la mano del hombre y las esquirlas del carbón cargado en su muelle marítimo perpetúa su hermosura por encima de los arbitrios ajenos a la naturaleza. Pienso en que más ofrece Santa Marta a sus visitantes y encuentro un factor clave en el Caribe; la hospitalidad de su gente, es una marca de la casa de los caribeños, así como su alegría y goce que a veces parece excederse cegándole en otros menesteres vitales para su propio beneficio. ¿Cómo olvidar la Quinta de San Pedro Alejandrino? El lugar donde respiró su último aliento el libertador Simón Bolívar. Para los amantes de la historia este lugar es de paso obligatorio. Se encuentra a escasos 10 minutos en bus saliendo desde el centro histórico. Siguiendo ese orden de ideas, el Museo del Oro ubicado en el edificio del Banco de la República guarda trabajos de orfebrería y cerámica de los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta como los Tayronas, Koguis, Arhuacos y Wiwas.
Como en todos lados, los lugares para bailar y beber están a la orden del día, especialmente en el mismo centro de la ciudad, aunque, existe un lugar separado de la ciudad por el cerro Ziruma que encierra un ambiente festivo más enérgico; El rodadero, tal vez la mejor bahía que serpentea a la ciudad samaria (gentilicio del ciudadano de Santa Marta) en la actualidad, este lugar tiene una capacidad hotelera muy
grande en donde reciben mayoritariamente turistas nacionales y en menor medida extranjeros.
Brevemente citaré algunas recomendaciones o aspectos negativos de la ciudad a tener en cuenta. Primero, la seguridad. Normalmente, no son los extranjeros las víctimas de ladrones sino los mismos locales pues las zonas turísticas están altamente protegidas, no obstante; fuera de estos sectores siempre se debe ir con precaución mas no con temor. Segundo, el transporte urbano no es muy eficiente, presenta muchas carencias con un parque automotor que lentamente se va renovando. Tercero, y esto es algo que no debería nombrar si se quiere vender una ciudad como destino turístico pero considero es algo que debe decirse y saberse sin ambigüedades: personas citadinas, indígenas y rurales viviendo de la limosna en un estado social de derecho o también presenciarán muchos animales tratando de sobrevivir en las calles bajo el inclemente sol y la marcha despótica de los autos por toda la ciudad.
Por lo demás, sugiero una buena dosis de humor, espíritu de aventura y un momento para la reflexión en este viaje a una ciudad que como cualquier otra de esta homérica latina tiene sus grandes cualidades y sus grandes defectos.Próxima parada: Taganga.Buen viento y buena mar.
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